Cuando era chica me sentía todopoderosa y evitaba a toda costa pedir ayuda.
Si me dejaban un trabajo en equipo, me ofrecía a hacerlo sola. No confiaba en mis compañeros. Pensaba que todos eran torpes y harían un mal trabajo – a menos de que; entre mis compañeros de equipo, se encontrara Lolita (nombre cambiado para proteger su identidad), que era más matada que yo y me arrebataba los proyectos de las manos.

Cuando esto sucedía, mi 10 estaba asegurado y yo me podía divertir sin mayor preocupación 🎉.
Me encantaría encontrarme con Lolita de nuevo y pasarle un poco del trabajo que me sobra. No sé que ha sido de ella, pero lo más cercano a tener una Lolita en mi equipo, sería conseguir un asistente virtual, y pedir su ayuda.
Pedir ayuda. Siempre me ha costado trabajo. Me gusta pensar que puedo hacer todo sola y que no necesito de los demás.
Hacer todo sola es lo más fácil. Es cómodo. No molestas a nadie. No tienes que ser vulnerable y arriesgarte a quedar como tonta porque no sabes lo que estás haciendo. No tienes que invertir dinero en cursos, libros ni formaciones. No te arriesgas a ser rechazada.
Tal vez me cuesta trabajo porque soy muy independiente.
Si eres una emprendedora, estoy segura de que tú también lo eres. Si decidiste embarcarte en esta aventura de tener un negocio propio (o en algún momento piensas hacerlo) – es porque no te gusta jugar por las reglas de alguien más. No soportas que alguien te limite a usar colores corporativos o a estar encerrada de 9 a 5 en un cubículo.
Lo cuál es increíble.
Si no tuvieras esa fe en ti misma y ese espíritu de querer cambiar las cosas, llegarías a los 65 resignada con haber tenido un empleo estable y buenas prestaciones.
Desafortunadamente llega un momento cuando esta actitud de “Yo puedo sola” se queda pequeña.
Piensa en la gran muralla china ¿Crees que se construyó únicamente por el espíritu emprendedor del emperador Qin? Tal vez su espíritu dio la iniciativa, pero a él siguieron varios emperadores que continuaron el proyecto. Además, piensa en todos los ingenieros, constructores y fabricantes de ladrillos que participaron en su creación.
Incluso algo más pequeño, como la construcción de un humilde departamento huevo, necesita cientos de manos para poderse completar.
En el caso del emprendimiento, pedir ayuda se ve de diferentes maneras:
- Comprar un curso de negocios
- Stalkear a tu amigo experto en marketing y mandarle mensajes de Whatsapp (que deja en visto), hasta que finalmente te contesta
- Pedir testimonios a tus clientes
- Pedir retroalimentación de tus clientes
- Hacer preguntas a san Google
- Contratar a un diseñador gráfico, asistente virtual o cualquier otro profesional que te pueda apoyar
- Colaborar con otros emprendedores
- Leer blogs que te inspiran (como este)
Todos los grandes avances que he tenido con mi negocio han sucedido cuando me encuentro agotada. Cuando llevo meses picando piedra. Cuando estoy tan desesperada que ya no puedo más 😩😖.
Entonces me doblego. Reconozco que no soy todopoderosa.
Le bajo dos rayitas al orgullo, le subo tres a la humildad, me armo de valor y consigo el apoyo que necesito.
Siempre me arrepiento de no hacerlo antes.
Una vez, trabajé con un coach que en una hora resolvió un dilema que llevaba meses afligiéndome 🤦.
Otra vez, pasé horas tratando de resolver un problema técnico que tenía con una aplicación. Finalmente, se me ocurrió consultar la sección de “Ayuda” y en sólo cinco minutos entendí lo que estaba haciendo mal 😑😑😑.
Pedir ayuda puede ser incómodo, requiere humildad, que te pongas vulnerable y tal vez te hace sentir boba.
Pero todavía más difícil que eso, es tratar de hacer las cosas sola.
Entonces hoy te quiero preguntar.
Cuando se trata de construir tu negocio
¿Cuál es la frustración más grande que tienes en este momento?
¿Con qué necesitas ayuda?
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