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La Belleza de lo cotidiano #inspiraciónHace unos años gané una beca para ir a Tailandia a meditar. Sabes qué aprendí? A barrer, trapear, limpiar el baño y lavar mi ropa a mano. Me llevaron al otro lado del mundo para eso – en serio????

Swish, swash, swish, swash, suena el movimiento del agua. Hace ondas, se alborota y se tranquiliza. Mis manos juegan con ella mientras agito la ropa. Observo como las burbujas se golpean entre sí. Me río de mi misma y recuerdo como renegaba contra las enseñanzas de mis maestros.

Uno diría que lavar ropa a mano es una pérdida de tiempo – si puedes usar la lavadora.

Lavar la ropa a mano es más bien un lujo – cuando puedes usar la lavadora.

Si pasas seis horas al día frente a una pantalla, te olvidas de que las cosas que valen la pena toman tiempo, de que esforzarte no es tan malo, que tu cuerpo es movible, que el teclado no es una extensión de tu cerebro, que sigues ensuciando tu ropa y por eso la tiene que lavar.

A veces, necesitas re-conectar con ese humano que hay dentro de ti. Frágil, caótico, perecedero – que se está muriendo con cada segundo que pasa.

Noto que mis playeras favoritas ya están gastadas. Han perdido el brillo de cuando eran nuevas. Pero también son más especiales porque guardan recuerdos – de viajes, de amigos e historias que han vivido a mi lado. Y sí, creo que yo también ya estoy más gastada, pero también más viva que nunca. Todo siempre está cambiando.

Me doy cuenta de cuanto estoy disfrutando este momento de calma, de cuan afortunada soy por no tener mayor preocupación que quitar el jabón de mis prendas y doy gracias.

Cuando encuentras placer en cosas tan cotidianas como lavar la ropa, tallar el baño o barrer el piso, puedes encontrar placer en lo que sea. Cuando te esfuerzas por limpiar para que no quede ni una mancha, aprendes a esforzarte. Al usar la ropa que tu misma lavaste, recuerdas cuánto te quieres.

Si te ensucias con tu propia mugre, te das cuenta que no eres tan perfecta como crees. Tienes fallas como todos los demás y eso te hace un poco más humilde, más sencilla, más humana. Entonces aprendes a reírte de ti y a tomarte la vida menos en serio.

Mientras veía el fluir del agua recordé que yo también tengo que dejarme fluir, dejarme llevar. Porque al final, nada es seguro, nada es cierto y las construcciones mentales son sólo ideas. Fluir es la ley de la vida.

No importa cuán eficiente o tecnológica seas, a veces hace falta echar ancla a la realidad y regresar a lo básico. Eso enseñan los profetas, pero no lo entiendes cuando usas la lavadora.

Las cosas simples son las más bellas #innspiración

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