Me levanté a las 5 de la mañana para meditar y acto seguido sentarme a trabajar. En eso estaba, cuando miré por la ventana y me topé con algo que me robó el aliento: un hermosísimo amanecer.
Como naturo-adicta que soy, salí a la azotea para absorber su totalidad. Me sentí tan feliz y llena de energía que mi cuerpo empezó a danzar. A las 6 de la mañana estaba en el techo de la casa del vecino bailando como loca en pijama… Espero que nadie me haya visto…
Tan hermoso como fue el momento, me sentí un poco culpable. Según el horario que escribí la noche anterior, a las 6:00 am en punto debía estar sentada en la computadora trabajando. Ugh, esa parte responsable de mí se hacía presente, la que dice que tengo un horario para ayudarme a cumplir mis metas y objetivos, que no puedo descansar porque voy a ser una fracasada si lo hago. Me pide ser siempre, inequívocamente y en todo momento la mejor, la más hábil, efectiva, inteligente, enfocada, organizada y no sé qué tanta otra tontería.
Tan sensato como esto suena, hay un problema.
No puedo saber con certeza cuando los momentos inesperados de la vida van a surgir, y entonces no los puedo planear. En ese horario no incluyo amaneceres, ni llamadas de mis amigos invitándome a hacer algo divertido, ni mi perro que quiere un poco de atención, ni los momentos cuando simplemente no quiero hacer nada o cuando quiero salir a la calle en vez de estar sentada frente a la computadora.
Eran 6:15 y yo seguía brincando. El sentimiento de estar haciendo algo incorrecto se hacía cada vez más fuerte. Entonces decidí mandarlo lejos, muy muy lejos. Mi trabajo es importante, pero lo es aún más ser feliz y apreciar el presente, el ahora. A fin de cuentas – es lo único que tengo. No puedo renunciar a él.
Continúe brincando hasta que me cansé. Pasé a la cocina por un té y me vine a escribir. Perdí 20 minutos de tiempo “productivo”, pero gané una buena historia que contar.
Todo el tiempo dejamos las cosas que disfrutamos para mañana, después, el próximo Lunes o incluso el próximo año. La vida se construye momento a momento, y si ahorita quieres hacer algo, pues ¡hazlo! Déjate llevar por la intuición, por tus sentimientos. El miedo y el “deber ser” inevitablemente van a protestar. Ignóralos.
[ctt title=”La vida se construye momento a momento. Si tienes un sueño ¡Vívelo ahora!” tweet=”La vida se construye momento a momento. Si tienes un sueño ¡Vívelo ahora! http://ctt.ec/IanTY+ #Inspiración #emprendimiento” coverup=”IanTY”]
No sabes cuanta gente conozco que me dice que quiere tener un negocio, o que quieren aprender a vender por Internet. Yo me ofrezco a asesorarlos.
¿Sabes qué pasa después?
NADA.
Me los encuentro un año más tarde, en exactamente la misma situación que estaban antes, con las mismas quejas. Deseando “algún día” tener su propio negocio, “tal vez el próximo año” hacer el viaje que quieren o esperando “a ver si se me dan las cosas”.
Son pocas las personas que se atreven a actuar a pesar de sus miedos, a tomar riesgos, a no seguir lo que estaba preestablecido, a bailar sobre las azoteas en pijama, a escucharse a sí mismas, a entender qué necesitan y después, tomar acción – hacer algo para que las cosas sucedan.
No me importa qué es lo que te apetece hacer, finalmente iniciar tu propio negocio, empezar a comer más sano, correr por las mañanas, levantarte más temprano o aprender a cocinar.
Pon todo en pausa. Levántate del asiento y haz una cosa para que eso que tanto quieres empiece a ser realidad. Haz algo, lo que sea. Después escribe una cosa que harás mañana.
Si perpetúas esta cadena, de todos los días hacer algo, eventualmente empezarás a ver resultados.