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Qué hacer cuando estás #estresada
Ser dueña de tu propio negocio, y tener una vida al mismo tiempo, es un súper mega reto! Hay veces que tienes tantas cosas en tu lista, que no sabes por dónde empezar. Te dan ganas de meterte a un hoyo y no salir nunca más. La semana pasada, estaba justo en esa situación.

Esta es la historia de como me estresé y después me des-estresé.

Pero antes, viene otra.

Hace dos años me mudé a la playa para aprender a surfear. Un día fui a un lugar que no era el habitual, donde las olas eran más grandes de lo que sabía manejar.

Emocionada tomé la tabla, me aventé al mar y nadé hasta encontrarme con los demás surfistas. Vislumbramos una montaña de agua nacer en la distancia. Tomamos posiciones y remamos frenéticamente con las manos para cacharla.

Se acercaba, se acercaba. Llegó. Sentí una gran ola debajo de mí. Hice un mal movimiento, me tiró y me clavó hasta el fondo del mar con toda su fuerza. Mi costilla golpeó contra una piedra. Mis pulmones se vaciaron de aire y se llenaron de dolor.

Arrastrada por la marea y completamente falta de oxígeno, hice un esfuerzo por mantener la calma. Necesitaba pensar claramente para salir de esto. Solté toda resistencia y me dejé llevar por el agua. Esperé a que el movimiento se apaciguara para flotar a la superficie.

Desesperada saqué la cabeza y respiré. Oh sorpresa! No pude.

Imagina mi frustración.

El impacto fue tan fuerte que mi pulmón colapsó.

Las olas seguían llegando, una tras otra. Cada vez se hacían más intensas. Si entraba en pánico me iba a ahogar. Nuevamente, hice un gran esfuerzo por mantenerme tranquila. Tomé una respiración lenta, suave y profunda. Mis pulmones se llenaron de aire y mi cuerpo respondió con gratitud.

Aún tenía la tabla amarrada al pie así que la jalé hacia mi. Cuando finalmente la tuve entre mis manos, solté todo mi peso sobre ella. No tenía suficiente fuerza para nadar pero usaría la inercia de las olas para propulsarme hasta la orilla. El pecho me punzaba con un dolor insoportable. Mientras me mantuviera tranquila y siguiera respirando, podría salir.  Enfoqué mi atención en la arena que me esperaba impaciente y no me distraje hasta llegar a ella.

Unos metros antes de la costa, un amigo me vio y entró para ayudarme.

Estresarse es muy fácil

Las últimas dos semanas estaba tan absorta y emocionada con mi negocio, que no tomé ni un día de descanso. Me aventé varios maratones de 5 horas corridas frente a la computadora.

Finalmente ayer colapsé. No aguantaba el ardor en los ojos. Mi espalda estaba hecha pedazos. Si mi teléfono sonaba una vez más, iba a llorar. Ni hablemos de mi creatividad, que en ese momento era inexistente. No tenía rastro de inspiración para sentarme a escribir.

Estaba de nuevo en ese mar de alto oleaje que rebasaba mis habilidades, dejándome llevar por la emoción del momento. Recordé la lección que aprendí dos años atrás.

Tómate las cosas con calma, de lo contrario te ahogas.

Efectivamente, me estaba ahogando con metas demasiado ambiciosas, fechas límite poco realistas y más proyectos de los que puedo manejar en este momento.

Cuando tienes un negocio y todas las responsabilidades caen sobre ti, es sencillo adentrarse en mares alborotados. Intentas hacer todo y lo quieres hacer en este momento. Trabajas mucho y te esfuerzas, pero la remuneración que esperas no siempre llega cuando tu deseas.

Si no mantienes la mirada sobre la orilla – en tu meta, el porqué de tu hacer – cualquier pequeña ola te revuelca.  Entonces entras en pánico, te estresas y comienzas a dudar lo que estás haciendo. Esa es la peor situación en que te puedes poner.

Cuando decides emprender, firmas un contrato a largo plazo contigo misma. Estarás dándole a esto uno, dos, tres, cinco años, no se sabe con certeza, pero lo que sí es seguro es que va para largo.

Mejor tómate las cosas con calma.

Como lidiar con el estrés cuando tienes mucho que hacer

Ese día en el mar, la calma permitió que mantuviera perspectiva. Primero, lo importante era esperar a que la ola pasara. Después salir a flote. Respirar. Jalar la tabla. Nadar hacia la orilla. Seguir haciendo un esfuerzo por respirar. Debía enfocarme en una sola acción y olvidar todo lo demás.

Funcionas mejor cuando estás tranquila. Los tiempos de descanso son igual de importantes que los de esfuerzo. Te dan perspectiva y te mantienen motivada. Es imposible mantenerte a flote cuando entras en pánico.

Apliqué las lecciones aprendidas en el mar. Respiré. Me alejé de la computadora por 48 horas – necesitaba un detox de internet. Sorprendentemente, mi creatividad empezó a despertar.

Establecí mi orilla.

A dónde quiero ir? Porqué estoy haciendo esto? Qué sentido tiene?

Porque sin una orilla, no llegas a ningún lado.

Después designé lo que me iba a mantener a flote.

En este momento, cual es la acción que debo hacer repetidamente para llegar a la orilla? Qué es lo más importante?

Porque sin acciones no te mueves, aunque sepas a donde vas.

Cuando regresé a lo que había abandonado dos días antes, las cosas fluyeron. Me di cuenta de que había estado perdiendo el tiempo en detalles insignificantes.

La próxima vez que te sientas estresada, manda todo a la chingada. Deja que lo importante espere un día. Prometo que no se irá a ningún lado. Cuando te sientas mejor, regresa y establece tu orilla. Decide cuales son los pequeños, pero consistentes pasos que darás para llegar a ella.

Enfócate en una sola acción. Hazla lo mejor que puedas, sin caer en el perfeccionismo. Con que quede 80% bien, puedes considerarla terminada.

Después escoge otra y aplica lo mismo.

Muévete lento pero seguro. Piensa que con cada paso que das ahorita, estás sentando una base firme para lo que viene después.

Siempre habrá mil cosas por hacer, pero no te olvides de preservar tu sanidad mental. A fin de cuentas, tu eres el negocio y el negocio es tú. Ambos se hunden cuando te olvidas de respirar.

Me encantaría saber, tienes otras ideas para manejar el estrés? Comparte en los comentarios.

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