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¿Sientes que el éxito se te escapa?

Mi perro estaba inquieto. Quería salir al jardín. Intenté distraerla con juegos y comida pero me ignoró.

Abrí la puerta y guiada por su instinto corrió hacia el espacio obscuro debajo del asador. Se puso a husmear. Entusiasmada agitaba la cola y olfateaba entre los cachivaches acumulados tras el pasar de los años.

Tomé unos guantes gruesos que mi papá utiliza para trabajo manual y levantando nubes de polvo, fui sacando los triques. Uno por uno con precaución, hasta llegar a una oxidada cubeta.

Recluida en la esquina más lejana, fungía de guardián para dos pequeños tlacuaches.

Los pobres se hacían bolita, protegiéndose contra la peligrosa bestia que los acechaba.

Guille, mi vecina, escuchó el argüende y salió para ver qué sucedía. Desapareció por unos momentos y regresó con una caja de plástico para frutas. Tomó unos trapos y acondicionó una pequeña vivienda.

Hablando suavemente, levantó a los tlacuaches y los puso en su nuevo hogar.

Queriendo resguardar la vivienda del frío, la moví junto a una pared y la cerré con una tapa improvisada que habíamos ideado.

Estaba preocupada.

No sabía qué hacer con los pequeños visitantes. Tomé el celular y busqué algunos consejos antes de caer vencida por el sueño.

A la mañana siguiente desperté con varias ideas.

La noche anterior, había encontrado información sobre una reserva ecológica. Tal vez los podría llevar ahí.

Recordé que tenía la jaula transportadora de mi perro. Bajé corriendo a la bodega para buscarla. Conseguí un trapo para limpiarla y sin sacudir las telarañas que adornaban mi cabello, la empecé a armar.

Fui hasta la caja de frutas y levanté el tapete de Yoga que la hacía de tapa. Excremento y cáscaras de manzana, fueron lo único que encontré.

Mis amigos escaparon y ahora tengo el problema de volverlos a encontrar.

¿Te ha pasado?

Que tienes a los tlacuaches en la jaula, todo parece estar bajo control hasta que sucede una situación inesperada:

  • Sufres una enfermedad que te desploma en la cama.
  • La casera decide que te necesitas mudar – en el momento más inoportuno.
  • Conoces al amor de tu vida y pone tu mundo de cabeza.
  • Un ser querido fallece y quedas desamparada.
  • Pierdes tu empleo de hace cinco años y no se te ocurre qué más podrías hacer.
  • Te regalan un viaje a Japón.
  • Obtienes una millonaria herencia.

Una de las excusas típicas para postergar el inicio de un negocio es la falta de certeza.

El no saber si la idea de poner una cafetería, lanzar una marca de ropa o montar un estudio de diseño pueden funcionar.

La reacción natural ante estos miedos es desperdiciar las tardes leyendo tutoriales y viendo pláticas TED. Negarte a tomar acción, hasta no tener el dinero, el tiempo, el logotipo, el local, las tarjetas de presentación, el sitio web, la página de Facebook, el plan de negocios y la garantía de que tu proyecto triunfará.

La verdad fundamental de la vida es que todo cambia y las situaciones inesperadas están ahí para comprobarlo.

Muévete… ahorita que puedes.

Si esperas a tener todo solucionado, el tlacuache – y el éxito – se te pueden escapar.

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