
Hazlo!
No quería, porque “hacerlo” suponía cosas terribles.
Hazlo!
Inhala…exhala…ahorita se calla….
Hazlo! Hazlo! Hazlo! Hazlo!
Mierda.
Abrí los ojos. Respiré profundo. Dije nuevamente que no, tratando de creer que no pasaba nada.
Antes de saltar por un precipicio la gente suele equiparse con un paracaídas. Me parece bastante lógico, pero a mis 30 años, todavía no aprendo como hacerlo. Llevaba dos años supuestamente preparando el mío. De una u otra manera me las arreglé para hacerle hoyos por todos lados.
Me levanté del cojín, caminé a la computadora y escribí.
“Querida jefa, muchas gracias por todo. Trabajar contigo ha sido una experiencia increíble, pero este año no renovaré contrato. He decidido dedicarme a mis proyectos personales.”
Lo quería borrar, olvidar el incidente, regresar a meditar, pensarlo más, dormir para que al despertar la idea ya no estuviera.
Lo envié.
Eso fue hace dos semanas. Tenía ahorros que me alcanzaban para exactamente 2 meses de vida (ahora mes y medio). Después de eso, sólo me quedarían unas buenas deudas.
Tenía mi trabajo de ensueño. Uno por el que hace 3 años, hice todo para conseguir. Por el que daba la vida, que me hacía levantarme sonriente cada mañana, que me dio la oportunidad de crecer como nunca antes lo había hecho, de conocer gente increíble, de viajar, de empezar a vivir mis sueños, de descubrirme, redescubrirme y después un poco más.
Mi jefa era un amor, ganaba bien, era remoto, trabajaba por la paz mundial, un mes de vacaciones al año y viajes pagados a Tailandia. La gente me envidiaba cuando les contaba lo increíble que era mi empleo. Me veían con cara de loca cuando decía que quería renunciar.
Por eso tomé dos años para prepararme y transicionar hacia mi vida de emprendedora. Por una u otra cosa, nunca lo hice. No ahorré lo suficiente ni terminé de pagar mis deudas (me las arreglé para adquirir nuevas). No seguí los planes que detalladamente escribí. Cerré el negocio que supuestamente sería mi vía de escape. Estaba muy ocupada viviendo y disfrutando mi vida, distrayéndome con placeres momentáneos, poniendo mi sueño de finalmente darle todo a Estilo Pura Vida en pausa.
Mi alma ansiaba volar pero la mantenía enjaulada con todos mis miedos. Lentamente se estaba desgarrando, pidiéndome que dejara las tonterías, que creciera, que era tiempo de dejar mi empleo, aunque lo amaba y me mantenía cómoda, pero en este momento necesitaba más. Una nueva etapa de mi vida quería florecer. Mientras más siguiera postergando, más hoyos haría en mi paracaídas (que para este momento ya era prácticamente inexistente).
No podía más. Ahora o nunca.
Pánico surgió como géiser cuando envié el correo. Mis miedos se hicieron presentes a flor de piel. La imagen de mi perro y yo vagabundeando con una latita pidiendo dinero por las esquinas se dibujó en mi cabeza. Unas horas de angustia, drama, arrepentimiento y desesperación después me dio un ataque de risa. Recordé lo que había olvidado.
SOY dueña de mi destino. YO escojo lo que me sucede. YO escribo mi historia. YO puedo hacer lo que se me dé la regalada gana.
Eso quiere decir que no voy a terminar en la calle, ni voy a pasar hambre, ni voy a reducir mis gastos, ni me voy a cambiar a una casa más barata (porque estoy enamorada de mi departamento), ni voy a cambiar mi estilo de vida.
Es hora de soltar las excusas y de pensar en lo malo que puede suceder. Dejar de alimentar a mis miedos, de distraerme, de regalar y dispersar mi poder.
Si para algo soy buena es para cumplir mis caprichos, por muy irreales que parezcan.
Soy la guionista y la protagonista de esta historia.
NO HAY PLAN B.
Enfocarme como telescopio, tirar a lo alto y triunfar es mi única opción.
Armé un mix de Louise Hay, Harv Eker y Deepak Chopra, para hacerme un lavado cerebral. Me fui a comer a un buen restaurante, tomé una clase de Yoga, me di una semana para asentar ideas y emociones.
Entonces, me senté a la computadora para por fin alimentar a mis sueños que ya se estaban quedando flacos.
Aprender a preparar el paracaídas sigue en mi lista de cosas por hacer. Mi estrategia es más sencilla, más emocionante, más intensa, también más acongojante pero efectiva.
Salto y espero a que mis alas se abran en el camino.
Nunca han fallado y sé que esta vez tampoco lo harán.
¿Estás lista para volar?
