Balance de vida: andar con la cabeza por las nubes y los pies en el aire, sonreír cuando te niegan el permiso para salir temprano – sólo porque tu jefe estaba de malas – llegar a casa, darte un baño de agua tibia y cenar ensalada con frutos rojos, aunque mueres de hambre, porque es lo saludable.
Suena bonito.
Hasta que lo intentas…
…y te frustras porque se siente artificial.
Quieres experimentar la sensación de equilibrio que chicas con cabello ondulante y sonrisa colgate presumen – agradece al momento, hay que ver el vaso medio lleno, disfruta el presente, YOLO!!!! – aunque sea por un ratito.
Cuando te ves en la necesidad de escoger entre 5 horas de sueño o desvelarte para trabajar en tu negocio, disfrutar el presente no es tan sencillo.
Cuando te vas por lo segundo y al día siguiente te zampas tres tazas de café para sobrevivir la junta de las 12, agradecer al momento tampoco es tu prioridad.
¿Qué sería de ti sin el festejo por el cumpleaños de Susanita y los días de paga que te mantienen cuerda?
Hacen la situación más llevadera pero en el fondo, sabes que ser empleada no te hace completamente feliz.
Estás luchando por salir.
Intentas construir algo tuyo, emprender tu propio negocio, pero ni el tiempo ni el cuerpo te dan.
El balance de vida parece un lejano ideal.
Tal vez, lo que necesitas no es encontrar balance, sino aprender a perderlo.
Perder el balance es la mejor manera de balancear
En un vuelo que hice, me sirvieron un plato con un pedazo de pollo, puré de papas, un vasito de verduras y una tableta de chocolate.
Tomé el vasito y la tableta. Pasé el resto a mi compañero de asiento. Sorprendido, preguntó por qué. Le expliqué que soy vegana, además soy alérgica a las papas.
Riendo, me contó que había pasado un día entero sin probar alimento y que estaba muerto de hambre.
Gustoso tomó el plato y como acto de agradecimiento, me pasó sus verduras y su tableta de chocolate.
Balance es cuando cada uno recibe su porción. Armonía, es cuando tomas lo que necesitas, dejas lo demás y te sientes en paz con tu elección.
Se trata de aprender a escoger.
Si no puedes tener todo, escoge lo importante
Dormir cinco minutos más o levantarte para trabajar en tu negocio. Disfrutar la hora del almuerzo o usarla para contactar a futuros clientes. Prender un incienso y sentarte a mirar las nubes o usar ese tiempo para escribir tu plan de negocios.
Continuar siendo una rata que da vueltas en el sistema y mantener la comodidad o aventurarte con lo tuyo y enfrentar la incertidumbre de no saber si va a funcionar.
Cuando emprendes, no puedes tener todo, pero sí lo importante:
- El Martes y Jueves de 11 a 1 voy a clases de Yoga
- En Diciembre viajo a Cancún. En Febrero a Cuba y en Julio? El destino lo dirá.
- Hoy trabajo en Starbucks. Mañana en pijama, desde mi hogar.
- Es cumpleaños de mi mamá. Me tomo el día libre para celebrar.
Aunque escoger no es siempre tan sencillo:
- Cuando lancé mi curso de emprendimiento, elegí pasar tres días sin dormir. Tenía lecciones que terminar.
- Mi familia se fue de vacaciones a Europa. Yo me quedé en casa, porque tenía un negocio que levantar.
- He recortado mi vida social. Los Viernes ya no salgo de fiesta y los Miércoles ya no voy al cine. Prefiero dormir temprano y guardar la energía para trabajar en mis metas.
- Tenía un historial crediticio perfecto. Ahora arrastro dos deudas. Las adquirí para costear mentores cuando me encontraba perdida y no sabía hacia donde tirar.
- Dejé el trabajo que adoraba y la seguridad de mi cheque quincenal, por perseguir un proyecto, que ni siquiera sabía si iba a funcionar.
Como emprendedora eres Apasionada. Rebelde. Decidida. Irracional.
Cuando pones tu corazón en una idea, y te obsesionas con hacerla realidad, ni tu pareja con su lógica ni tu madre con su angustia pueden llevarte a desistir.
Creer que cada parte de tu vida puede permanecer como pieza de móvil en perfecto equilibrio es ingenua.
A veces terminas desvelada, intoxicándote con donas y cafeína para mantener los párpados abiertos mientras sueltas la última línea de texto sobre el teclado.
Es tu manera de soltar al balance para encontrar armonía.
Lo difícil del asunto es que nadie te dice si está bien o mal.
Eres tú quien lo debe averiguar.